Educar contra el machismo
Educar contra el machismo es prioritario, pero llevamos siglos de retraso en la conquista de la igualdad. Debemos tener en cuenta que hay dificultades muy arraigadas, nos guste o no: enfadarnos con estas dificultades, no nos ayudará a superarlas. El artículo de hoy explica la importancia de educar contra el machismo de manera eficaz. Corresponde a hombres y mujeres y hay que hacerlo con positividad y desde la infancia.
El machismo y sus consecuencias
El machismo es la creencia de que los hombres son, de manera natural, superiores a las mujeres. Superiores en derechos, en habilidades y en inteligencia. Esta creencia da lugar a una serie de actitudes y, posteriormente, de conductas de dominación del hombre sobre la mujer. El machismo existe desde hace siglos, y sólo evoluciona allí donde el feminismo gana terreno. Es lo que ocurre en nuestro país: el machismo se hace más sutil pero no desaparece.
Las leyes de fomento de la igualdad (cuotas de poder en las empresas, equidad salarial, etc) no se traducen en una igualdad efectiva. Y esto es porque se centran en las consecuencias del machismo y no en sus causas. De manera similar a otro de los problemas que nos afecta: la violencia de pareja.
Los efectos del machismo existen aunque cueste percibirlos. Cuesta percibirlos porque hemos nacido y aprendido a vivir con ellos. El principal efecto es que se frena el 50% de la aportación de la humanidad a la vida social, la economía y la cultura. Las mujeres son un poco más de la mitad de la población. Por lo tanto, con un machismo universal y sin fisuras renunciaríamos a la mitad de todo lo que tendríamos con la igualdad. Afortunadamente el machismo no tiene tanta fuerza, pero se manifiesta. Y esto no sólo perjudica a los hombres, sino a toda la sociedad.
¿Por qué cuesta educar contra el machismo?
Un estudio hecho en Estados Unidos en 1974 demostró que una persona recibe estereotipos de género desde el momento en que nace. Se presentaron 30 bebés a unos padres y madres, diciéndoles el sexo de cada bebé, y se les pidió que los describieran. Los hombres describieron a los niños como «robustos», «fuertes» y «activos», y las niñas como «suaves», «delicadas» y «bonitas». Las descripciones de las mujeres no diferenciaban tanto entre niños y niñas. Pero los investigadores habían mentido: Habían atribuido el sexo de cada bebé por azar (porque, al ser recién nacidos y estar vestidos, no había diferencias físicas). Fueron los padres los que atribuyeron (percibieron) características diferentes basándose en sus creencias.
Después del nacimiento se tiende a pensar que lo que se compra para un bebé (ropa, sábanas, etc), debe ser azul para los niños y rosa para las niñas. Y encontramos, en los catálogos de juguetes, que en las páginas de artículos que imitan tareas domésticas (limpieza, cocina, etc) aparecen fotos de niñas, y en las páginas de juegos más movidos (deportes, figuras de acción, etc) aparecen fotos de niños. Por lo tanto vemos cómo, desde el principio, se atribuye una normalidad diferente a los niños y en las niñas. Esta es la normalidad que se refuerza, posteriormente, con la identidad de género.
Para educar contra el machismo necesitamos entender que lo que vemos en forma de conductas de discriminación, insultos, chistes y desprecios sólo es el final de la cadena que empieza con las creencias:
La cadena del machismo es creencia → actitud → motivación → intención → conducta
Y lo que tienen las creencias es que están profundamente arraigadas. Son inconscientes. Guían nuestra conducta sin que nos demos cuenta. En las creencias es donde nace el problema, y hay que tenerlo en cuenta si queremos arreglarlo. Obligar un directivo de empresa a equiparar sueldos no modifica sus creencias. Criticar un personaje público por un comentario machista no modifica sus creencias. Como máximo se disculpa -a veces, ni eso-, pero ya ha evidenciado cuál es la creencia que hay detrás.
Por todo ello, enfadarnos con el problema no nos ayudará en nada. Cargar contra una persona machista por un comentario que ha hecho no le hará cambiar la creencia. Hemos nacido en una sociedad machista y la hemos normalizado. No se trata de justificar la discriminación a partir de la inercia social, sino de explicarla. Trabajemos para educar contra el machismo teniendo en cuenta esta dificultad.
Algunas cosas que hacer
- Explicar que lo contrario del machismo NO es el feminismo. El feminismo es la creencia en el rol igualitario de las mujeres respecto de los hombres. Es decir, conquistar una igualdad que, hoy en día, no existe. Lo contrario del machismo -la creencia de que las mujeres son superiores a los hombres- es el hembrismo.
- Explicar que los beneficios de la igualdad son para todo el mundo. También para los hombres. Cuantas más personas participen en la sociedad, mejores ideas (y resultados) saldrán.
- Explicar que los servicios dirigidos a las mujeres no perjudican a los hombres. La Oficina de atención a la mujer no es un ataque hacia los hombres. Es una manera de compensar la infra-presencia de las mujeres en las capas más activas de la sociedad.
Algunas cosas a evitar
- Educar a los hombres: Las actitudes discriminatorias hacia las mujeres vienen de los dos géneros. Y la igualdad de género nos pertenece a todos. Diferenciar la educación que necesitan los hombres de la de las mujeres es una forma encubierta de sexismo.
- Humillar a los hombres: Afirmar que los hombres son más tontos que las mujeres, no sólo transforma el machismo en hembrismo, sino que, además, es mentira.
- Convertir el feminismo en un producto de mercado: Vender unas vitaminas para los hombres diferentes de las vitaminas para las mujeres alimenta la creencia de que los roles son distintos.
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