Efecto Pigmalión

¿Alguna vez has actuado con una persona pensando que le podía pasar algo (bueno o malo) y le ha acabado pasando? Posiblemente sea debido al llamado Efecto Pigmalión. Este efecto es el que se produce cuando actuamos con alguien de acuerdo con las expectativas que tenemos de él o ella y estas expectativas se acaban cumpliendo.

Qué es el Efecto Pigmalión

El efecto Pigmalión (o efecto Rosenthal) es el que se produce cuando las expectativas que tenemos sobre una persona se acaban cumpliendo sin que, conscientemente, hayamos intervenido. Es decir, el resultado que produce esta persona es lo que esperábamos de ella sin que se lo hubiéramos dicho. El efecto Pigmalión demuestra que las personas tienden a comportarse según las expectativas que los demás tienen de ellas.

El nombre proviene de la mitología griega. Pigmalión era un artista que creó una escultura y la llamó Galatea. Le gustó tanto que se enamoró, y la trataba como una mujer real. La diosa Afrodita, al ver esta devoción, convirtió la escultura en una mujer de verdad. Pigmalión creía tanto firmemente que su obra estaba viva, que lo terminó estando realmente.

El efecto Pigmalión en la educación

En 1966 dos científicos (R. Rosenthal y L. Jacobson) hicieron un experimento en un colegio (enlace en inglés). Administraron un test a niños de primaria, al inicio de curso. A los maestros de estos alumnos les dijeron que los resultados servirían para predecir qué estudiantes tendrían un gran crecimiento de la inteligencia los meses siguientes. Una vez hecha la prueba cada maestro recibió una lista con los alumnos de su clase que habían puntuado más alto. Es decir, los maestros sabían qué alumnos tendrían un mayor crecimiento del cociente intelectual.

A final de curso los investigadores volvieron a la escuela y pasaron el mismo test a los niños. Entonces se calculó, para cada niño, la diferencia entre el cociente intelectual al comienzo del curso y al final. El resultado fue que los alumnos que se había predecido que tendrían un crecimiento más alto de la inteligencia, efectivamente, lo tuvieron.

Pero en realidad, la lista de los mejores que había recibido cada maestro, había sido manipulada: No eran los que habían puntuado más alto al test, sino alumnos seleccionados al azar. Que el test sirviera para predecir el crecimiento de la capacidad intelectual también era mentira. Los investigadores habían dicho eso para manipular las expectativas de los maestros. El resultado fue que unos alumnos seleccionados al azar habían tenido un mayor desarrollo de la inteligencia porque los maestros pensaban -erróneamente- que lo tendrían.

Conclusión: A los alumnos de los que se esperaba este crecimiento les habían tratado diferente: dedicándoles más esfuerzos, poniéndoles tareas más estimulantes, etc. Por ello, en la práctica, acabaron teniendo un mayor crecimiento intelectual.

En qué otros campos se observa

El efecto Pigmalión también se puede observar en entornos laborales. Los trabajadores que están mejor considerados por su jefe acaban rindiendo más que los que tienen una mala relación con su directivo. Incluso aunque los jefes no digan explícitamente qué esperan de cada uno. El jefe que tiene buenas expectativas de un trabajador, le animará continuamente, por lo que este lo tendrá más fácil para superarse. En cambio, el que esté constantemente observado por su jefe, que lo trata como un inútil, estará tanto nervioso que fallará, incluso, las tareas más fáciles. Así acabará «confirmando» que, efectivamente, es un inútil. Pero todo ha nacido dentro de la cabeza de su directivo.

Con los deportes ocurre algo parecido. Si un caza-talentos «indentifica» los jugadores que tienen más futuro, sus entrenadores les dedicarán más esfuerzos y más oportunidades. Por lo tanto es más probable que se acaben convirtiendo en grandes jugadores. En cambio, los que se consideren más mediocres acabarán por no destacar, porque no se habrán dedicado tantos esfuerzos.

¿Se puede aplicar a la Psicología?

De todo ello se desprende que el efecto Pigmalión puede tener un «vertiente positiva» y un «vertiente negativa». A veces no nos damos cuenta, pero la imagen que tenemos de una persona determina, en parte, qué acaba haciendo. Y como así cumple nuestras expectativas vemos confirmado que, la imagen que teníamos, era la correcta. Esto ocurre, sobre todo, en entornos donde las personas están juntas mucho tiempo (trabajo, familia, etc).

El verano pasado me vino a ver a Manresa un hombre de mediana edad. No trabajaba. Vivía solo y decía que ni tenía amigos ni los necesitaba. Que no se puede confiar en las personas porque, tarde o temprano, te traicionan. Cada vez que alguien se le acercaba quedaba automáticamente bajo sospecha: este hombre vigilaba constantemente esta persona, la ponía a prueba, no era sincero con ella … hasta que esta persona se acababa cansando y se iba. Lo que él interpretaba como una traición.

Pero es que mientras su padre estaba vivo, era quien le «seleccionaba» las amistades. Ante situaciones sociales difíciles -que todos/as hemos pasado- siempre le rescataba. Con ello le inculcaba a este paciente la idea de que siempre estaría solo porque no servía para las relaciones sociales. También le costó confiar en mí.

Este señor me había venido a ver por un motivo totalmente diferente: Quería pasar un test de personalidad. En realidad no vivía como un problema el hecho de estar solo. Ya estaba bien así. Pero en el test de personalidad salió como muy extrovertido. La personalidad es algo que no se observa directamente, sino que se deduce de la conducta a lo largo del tiempo. Y queda bastante al margen de las expectativas. Por lo tanto le dije que las personas extrovertidas lo tienen mucho más fácil para relacionarse con los demás. Y en Navidad ya había hecho un grupo de amigos.

Esperar -sinceramente- lo mejor de las personas, les ayuda a conseguirlo!

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