El concepto de «síndrome postvacacional» se ha introducido en nuestro vocabulario estos los últimos años. Describe el estado de ansiedad, irritabilidad y síntomas físicos que se produce al volver al trabajo tras las vacaciones. Pero no está clara su existencia como psicopatología. El síndrome postvacacional ¿existe realmente, o es un invento de la modernidad?
Los síntomas del síndrome postvacacional
El síndrome postvacacional también se conoce como estrés postvacacional o depresión postvacacional. Sus síntomas se manifiestan al reincorporarse al trabajo tras las vacaciones, y provocan un malestar y una bajada en el rendimiento profesional. Estos síntomas son de dos clases:
Síntomas físicos: Fatiga o cansancio, dolores musculares, palpitaciones, falta de apetito…
Síntomas psicológicos: Dificultades de concentración, insomnio, irritabilidad, ansiedad, tristeza…
Lo pueden tener tanto los adultos como los niños, aunque en los niños es menos frecuente porque suelen vivir el regreso a la escuela como una experiencia positiva: significa reencontrarse con los amigos. En cambio es más probable que se manifieste en adultos que sufren acoso laboral, o en niños con acoso escolar (bullying).
Desde la Psicología se puede entender como un proceso de adaptación a la rutina horaria y la actividad. Después de estar unos días de vacaciones, volver a esta rutina no se consigue en dos días. El síndrome postvacacional suele durar entre una y dos semanas.
¿Realmente existe el síndrome postvacacional?
Pongámonos académicos. Unos instrumentos que utilizamos los psicólogos para diagnosticar son los manuales de diagnóstico. Los más utilizados en nuestro país son el DSM-V (Manual Estadístico y de Diagnóstico de los Trastornos Mentales, quinta edición) y el ICD-10 (Clasificación Internacional de Enfermedades y Causas de Muerte, décima edición). Estos manuales incorporan los criterios de diagnóstico de las psicopatologías: síntomas, duración, impacto en la calidad de vida, etc.
Pues en ninguno de estos dos manuales aparece el síndrome postvacacional como entidad nosológica (es decir, como trastorno diferenciado de otros). Por tanto, según los comités de expertos internacionales, no existe. Más bien parece ser un resultado de la tendencia a patologizar cualquier malestar que tenemos, a veces, con intención de medicalizarlo (en esto también participan algunos de los autores de estos manuales). Esto puede conducir al consumo excesivo de psicofármacos.
Ahora bien, que no figure en los manuales de diagnóstico no significa que el malestar provocado por el retorno al trabajo no sea real, o que las personas no merezcan una solución. Aunque no sea un trastorno tipificado, los síntomas existen y las personas que los tienen lo pasan mal.
Es decir, entre los extremos de considerar que volver al trabajo es causa de psicopatología y que el síndrome postvacacional no existe hay un punto intermedio: el de las personas que tienen síntomas y piden una solución. Por lo tanto, es bueno ofrecer algunas recomendaciones sobre cómo reducir su impacto.
Cómo podemos facilitar la reincorporación al trabajo
No volver del viaje de vacaciones el día antes de ir a trabajar. Es mejor pasar al menos un par de días en casa para ir recuperando los horarios.
Intentar comenzar la primera semana de trabajo un miércoles o un jueves, para hacerla más corta antes del fin de semana.
Programar una actividad laboral progresiva. No querer trabajar a un ritmo del 100% desde el primer día, sino ir entrando poco a poco.
Evaluar qué aspectos del trabajo provocan más estrés y tratar de traspasarlos a alguien o asumirlos de otro modo. Como el regreso al trabajo se considera un «volver a empezar», es una buena oportunidad.
Aprovechar el tiempo de ocio y descanso para hacer actividades que no tengan nada que ver con el trabajo. Lo que llamamos «desconectar» … y que iría bien mantener todo el año.
Limitar en lo posible el consumo de psicofármacos para calmar la ansiedad o para dormir. Primero, porque impiden la adaptación real a la rutina. Y segundo, porque pueden generar dependencia y efecto rebote cuando los abandones.
Intentar dormir con horarios regulares y evitar las bebidas estimulantes (como el té o el café) por la noche. Si tienes insomnio, este artículo te puede ser útil.
Aceptar que el malestar es parte del proceso de adaptación. Date permiso a ti mismo/a para estar mal, o menos concentrado, o de mal humor. Forzarte no te ayudará. Si normalizas los síntomas en vez de luchar contra ellos, no les darás tanta importancia y te parecerán más leves.
Si de todos modos el malestar es importante y te perjudica la calidad de vida o el rendimiento laboral, siempre puedes pedir ayuda profesional para facilitar la adaptación. Además esto también servirá para ver si puede haber alguna otra causa detrás de los síntomas del síndrome postvacacional.
¿Has notado algun síntoma de los descritos en este artículo? ¿Cómo lo has vivido? Deja un comentario!
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